Se dice que el día de la boda es el día más feliz de la pareja por todo lo que ello conlleva: reunir a toda la familia y a amigos a un acontecimiento muy especial. Pero también se puede arruinar una boda.
Por eso se prepara todo con mucho mimo y mucha antelación para que todo salga perfecto y así poder evitar cualquier tipo de problema.
Pero en ocasiones puede suceder que por cualquier motivo puede torcerse el día, incluso llegar a cancelarse la boda.
Lo «menos malo» que puede pasar es que nos dejen en evidencia alguno de nuestros amigos contando una anécdota inconfesable o que tu familia te saque los colores contando que comías barro cuando jugabas en el parque cuando eras pequeño. Si pasa eso no vamos mal.
Una de las peores cosas que puede pasarnos es que nos encontremos con que se pille teniendo relaciones sexuales a la novia o al novio con otr@ o que alguno de los novios deje plantado al otro en el altar, teniendo que cancelar toda la ceremonia, con la vergüenza y la pena que sentirá en ese momento.
No es muy probable que pase, pero ha ocurrido que el día de tu boda pasa a ser el día del nacimiento de tu hijo.
Traer un niño al mundo supone una alegría, pero el no poder celebrar el convite tal y como lo tenías planeado es una gran faena porque la opción de llevar la comida al hospital donde esté la madre y el niño no va a ser muy factible…
Y manchar el vestido de novia ¡con lo que cuesta!
Las opciones para arruinar una boda en mayor o menos medida son muy amplias, lo único que nos queda esperar en nuestro día es que… ¡a nosotros no nos pase!